-Hola Ana!, le respondo plantando dos besazos sonoros en sus mejillas.
Ana siempre sonríe, creo que tiene lo que se llama karma del buen rollito, es muy extraño dejar de ver esa hilera de dientes blancos y perfectos ( lo que hace una buena ortodoncia a tiempo)...
-Qué me cuentas princesa? le suelto mientras le hago un gesto a Carlos para que nos traiga un par de birras.
Ana me mira, abre las manos , pone las palmas hacia arriba y me explica que en cada mano hay un mundo de sensaciones.
Me limito a arquear las cejas sabiendo que va a continuar con su perorata.
-Tú sabes lo que esconde cada mano? ...
-Todas no...
Mientras Ana sigue explicando su teoría sobre la conspiración judeo-masónica de cada extremidad, no puedo evitar acordarme de una manos en especial.... unas manos llenas de dedos que eran capaz de transportarme al cielo con la misma facilidad que al mismo infierno.
Unas manos expertas en realizar círculos en mi piel, llenas de calor y de promesas casi siempre incumplidas.
La voz de Ana llega como un susurro a mis oídos , pero no la escucho... yo ya estoy a cientos de kilómetros de esa cafetería, sintiendo esas manos en mi cuerpo , rogando por cada milímetro dibujado en mi epidermis, por cada roce...
Debo de tener esa sonrisa bobalicona que se pone con los buenos recuerdos, porque Ana coge mi cara entre sus manos y me pide suavemente que vuelva.
-Me encantaría estar en ese sitio al que te has escapado Mer, me dice guiñando un ojo y regalándome una de sus encantadoras sonrisas.
-Y a mí Ana, y a mí...
Hay marcas invisibles en la piel, bruñidas a deseo y fuego, que permanecen toda la vida...
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