Cuando Ana me llama, yo acudo. Es una especie de acuerdo tácito del que somos esclavas hace años.
La espero en la cafetería de siempre, si hay suerte, hasta en la misma mesa. Pido una cerveza y leo la prensa del día mientras maldigo una y mil veces la situación del país.
-Hola Mer!.
Me besa en ambas mejillas y toma asiento a mi lado mientras le hace una señal al camarero para que le sirva su consumición habitual, cerveza de importación.
He de reconocer, que para eso es más sibarita que yo, a mí mientras tenga espumita, lo mismo me da una que otra.
-Hola Ana. Cómo va la cosa?.
Entonces, empieza su discurso. Me cuenta que cuando empezó a salir con Javier, se prometió a si misma, practicar una de las cosas que siempre se quedan en el tintero, la comunicación.
A mí me parece correcto, creo que es muy importante en una pareja que la haya y más ahora que estamos inmersos en un universo de teclas, mails, sms, whats, tuits, mensajes de messenger.... joder que parece que es imposible utilizar la lengua!!.
Además que todos tenemos claro que esa forma de comunicación puede dar lugar a equívocos, la falta de entonación, de gestos, de pausas....puede ser mortal de necesidad.
Ana me explica que es muy complicado llevar a cabo esta odisea ya sea por horarios o por oportunidad, así que han decidido pactar unos minutos al día para contarse tonterías y que salvo causa de fuerza mayor, lo cumplen a rajatabla.
Miro su cara con envidia, se la ve tan feliz....
Sonrío y levanto la cabeza buscando al camarero, cuando nuestros ojos se cruzan le hago un gesto. Él me guiña un ojo sabiendo perfectamente lo que quiero.
A los dos minutos tengo mi cerveza en la mesa... hay formas de comunicación que no fallan...
Un beso.
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